Mi padre es un héroe.












































Por Leonardo Serrano Zapata. 

Mi padre se llamaba Leonardo Serrano Vichez. Era suboficial de la Policía Nacional del Perú. Un héroe de la democracia. Lo asesinó el terrorismo. No murió en un accidente ni en una emboscada sin rostro. Lo mataron con premeditación, con odio, con la brutal lógica de quienes creyeron que la violencia era un camino legítimo hacia el poder. Hoy escribo estas líneas no solo como su hijo, sino como un ciudadano que se niega a callar frente al olvido y la impunidad.












Mi padre no patrullaba oficinas ni protegía élites; él recorría zonas rojas, territorios dominados por el miedo, donde el uniforme policial era una sentencia de muerte. Mi padre combatió el terrorismo, desactivando bombas y protegiendo familias del terror causado por Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA).

Era un hombre de carne y hueso que eligió servir en los años 90, los más difíciles, cuando vestir el uniforme era resistir, era sostener la frágil idea de un país posible. Lo hizo sabiendo los riesgos. Aun así, no renunció. No se escondió. No pidió privilegios. Eligió estar donde se necesitaba presencia del Estado. Por eso lo mataron.

Hoy se pretende presentar esa etapa como un conflicto entre iguales, como si los verdugos y las víctimas fueran parte de la misma balanza. No. A mi padre no lo mató “el conflicto”. Lo mató el terrorismo. Lo asesinó una organización criminal que declaró la guerra al Estado y, con él, a miles de peruanos que solo querían vivir en paz.




































Lo que más duele no es solo la muerte, sino la indiferencia. 

En el año 2023, con RESOLUCIÓN SUPREMa N° 185-2023-PCM Condecoración “Medalla al Defensor de la Democracia, título de Comendador. Dos años después y aún no nos entregan la medalla en ceremonia pública. 



 ¿Cuántos recuerdan los nombres de los policías, militares o civiles asesinados? ¿Cuántos hijos crecimos huérfanos sin que el país nos mire de frente, sin que siquiera se nos reconozca la historia?

Por eso escribo. Para no permitir que la memoria de mi padre se diluya en estadísticas ni en discursos que blanquean el horror. Porque mi padre merece ser recordado por lo que fue: un policía asesinado por defender al Perú. Su sangre es parte del precio que pagamos por la democracia que hoy algunos desprecian desde sus escritorios cómodos.

Yo crecí sin él, pero con el peso de su ejemplo. Cada vez que dudo, pienso en su coraje. Cada vez que escribo, lo hago con la firmeza de quien sabe que la memoria es también una forma de resistencia. Porque si dejamos que nos arrebaten la historia, entonces también nos arrebatan el futuro.

Mi padre se llamaba Leonardo Serrano Vichez. Fue policía. Fue padre. Fue peruano. Lo mató el terrorismo. Y yo, su hijo, no permitiré que su nombre se pierda. Ni en el olvido ni en la manipulación.

Porque mi padre es un héroe. Y lo será mientras yo tenga voz. ¡Feliz día papá!

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