Fiscalización vs Acoso: la violencia como instrumento político.
La polarización política ha alcanzado niveles preocupantes en el país, manifestándose a través de prácticas que trascienden el debate público legítimo para adentrarse en terrenos peligrosos que amenazan la convivencia democrática.
Durante los últimos meses, diversos grupos políticos, tanto de izquierda como de derecha, han adoptado métodos de confrontación que superan ampliamente los límites del debate democrático. Esta radicalización se ha caracterizado por el uso de tácticas intimidatorias que incluyen la divulgación de información personal sensible, como domicilios particulares y números telefónicos privados, con el aparente propósito de intensificar el hostigamiento político.
El clima de hostilidad ha alcanzado incluso a las más altas esferas del poder local. El alcalde de Lima López Aliaga ha protagonizado desafortunadas declaraciones públicas "hay que cargárselo de una vez" contra el periodista Gustavo Gorriti, evidenciando cómo la confrontación política permea diferentes niveles de gobierno.
Por su parte, un sector de la derecha política,
identificado como "La Resistencia", ha desarrollado una campaña
sistemática de acoso dirigida específicamente contra periodistas que ejercen su
labor crítica. Entre las víctimas de este hostigamiento se encuentra Rosa María
Palacios, junto a otros comunicadores que cuestionan o realizan comentarios
críticos hacia gestiones que este grupo considera afines a sus intereses
políticos e incluso acoso contra la exalcaldesa de Lima, Susana Villarán. Esta práctica representa un
ataque directo a la libertad de prensa, el ejercicio independiente del
periodismo y la privacidad de la que gozamos todos.
Exponen datos de Dina Boluarte y Morgan Quero.
Los casos más recientes ilustran la gravedad
del problema. La información personal de la presidenta de la República, Dina
Boluarte, fue expuesta públicamente en Google Maps, donde su domicilio
particular aparece identificado explícitamente como "casa de Dina
Boluarte". Con llamados a la violencia contra su domicilio. Al igual que
el domicilio de Keiko Fujimori, lideresa del partido Fuerza Popular.
De
manera similar, se han filtrado datos privados de funcionarios como Morgan
Quero, ministro de Educación, incluyendo direcciones y su número telefónico
personal, información que ha circulado ampliamente en la plataforma X.
La ciudadanía posee un derecho fundamental y
una responsabilidad democrática de fiscalizar a sus autoridades. Este ejercicio
de control ciudadano cuenta con herramientas legítimas y constitucionales,
siendo la libertad de expresión una de las más importantes. Sin embargo, existe
una línea clara que separa la fiscalización legítima del acoso político
sistemático.
La democracia se fortalece a través del debate
plural, la crítica y el ejercicio responsable de los derechos ciudadanos. En
contraste, se debilita cuando estos derechos se instrumentalizan para generar
intimidación, vulnerar la privacidad o promover la violencia política.
Es fundamental distinguir entre los hechos de
relevancia pública que merecen cobertura mediática y escrutinio ciudadano, y
aquellas acciones que buscan únicamente exponer y vulnerar la vida privada de
los funcionarios públicos, periodistas o exfuncionarios. Aunque quienes ejercen
cargos públicos deben aceptar un mayor nivel de escrutinio, esto no justifica
campañas organizadas de hostigamiento personal.
Las protestas y el cuestionamiento político
constituyen pilares de la democracia, pero deben canalizarse a través de
mecanismos que respeten tanto el derecho a la protesta, pero también las normas
de convivencia democrática. El desarrollo de una cultura política madura
requiere que sepamos diferenciar entre el debate legítimo y las prácticas que
erosionan las bases mismas del sistema democrático que buscamos fortalecer.
La experiencia internacional en Chile, Indonesia y Nepal, donde la
frustración acumulada durante años desembocó en estallidos sociales
devastadores, deberían servir como advertencia para quienes en el Perú
irresponsablemente alimentan la confrontación y hacen llamados explícitos a la
violencia. Los grupos extremistas, tanto de derecha como de izquierda, que
manipulan las frustraciones legítimas de la población con discursos
incendiarios y tácticas de hostigamiento, están jugando con fuego, esto podría
traer consecuencias trágicas.
La historia demuestra que cuando se normaliza la violencia política y se
erosionan los límites del debate democrático, el resultado no es el cambio
político que estos grupos prometen, sino el caos que termina cobrándose vidas
inocentes y destruyendo las instituciones que tanto costó construir. Sigamos
fiscalizando, podemos estar en desacuerdo, pero no significa que se legitime el
acoso y la violencia.
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